Hogar, dulce hogar
(Escrito hace un tiempo).
Hoy no estoy nada profunda ni tengo ganas de elucubrar, así que haré divagaciones hogareñas.
A menudo oímos hablar de los peligros del hogar, ya que se producen con mayor frecuencia de la esperable, a pesar de que nuestra casa nos parezca el lugar más seguro del mundo. Pero no es así, y hemos de estar alerta ante los reiterados casos de accidentes domésticos: ventanas abiertas que no vemos al levantarnos tras estar agachados y cuyo canto se nos clava en la cabeza, quemaduras por aceite caliente al cocinar, la escalera que resbala y nos caemos desde lo alto cuando limpiábamos los cristales; o ese cuchillo con el que intentábamos ayudarnos a abrir el bote de los pepinillos y se nos escapa y nos secciona una arteria, que empieza a sangrar como un surtidor y exige hacer un torniquete (vivido en mis propias carnes), etc., etc.
Es cierto, los hogares encierran muchísimos riesgos; están ahí, día a día, y no conviene minimizarlos ni bajar la guardia. ¡Ah, amigos!, pero si algo hay característico de los hogares, son sus innumerables misterios sin resolver... ¡que haberlos, haylos! Y uno de los más comunes y desconcertantes es el que yo llamo: el misterio del calcetín; es decir, el caso de los calcetines perdidos, naturalmente desparejados, a saber por qué extraños y laberínticos senderos domésticos, que recorren la zona entre la habitación, el baño y la lavadora.
Al principio, la sufrida ama de casa piensa que ya aparecerá la pareja que falta, que se le habrá caído al tender; pero mira hacia abajo, al patio, y allí no hay ni rastro del calcetín.
-Bueno, lo habré introducido suelto en otra lavadora -piensa esperanzada- ya los volveré a emparejar. Pero, ¡quia!, del calcetín autónomo nunca más se supo. Y así, se van acumulando calcetines sueltos en algún cestillo o lugar especialmente destinado a tal efecto, hasta el día en que se intenta emparejar alguno. Si se consigue reunir una sola pareja, ¡bingo!, la satisfacción que produce es inenarrable.
Pasado algún tiempo, y en un alarde de limpieza general, se tiran todos los calcetines sueltos que no ha habido forma de casar, hartas ya de su improductiva presencia y pertinaz soltería. ¡Craso error! Pocos días después, como por arte de birli birloque, empieza a aparecer una nueva remesa de calcetines desparejados, uno o dos de los cuales -tampoco más- eran la pareja de alguno de los que se habían desechado.
¿Penates o duendecillos del hogar? ¿Acaso el desagüe de la lavadora es un voraz sumidero, que además de botones y aros de sujetador se traga también calcetines? ¿O tienen los calcetines vida propia? Esto último es bastante descartable: el olor que desprenden es señal inequívoca de que están más muertos que vivos; sobre todo los de nuestros hijos adolescentes cuando han permanecido una larga jornada dentro de esas horribles zapatillas deportivas que son como mofetas. ¿Deportivas? Bueno, ése sería otro tema a abordar.
En fin, que de todas las desapariciones sin resolver en los hogares, el misterio del calcetín es, sin lugar a dudas, el que está más presente en todos ellos. ¿No? Que sí, de verdad, que me lo confirman todas mis amigas. Y, además, no hace distinciones de nivel social o status. Está homologado con las tres ges: es genérico, genuino y generalizador en su igualadora desaparición. Es, desde luego, un auténtico fenómeno doméstico digno de estudio.
Gea.
12 comentarios
Gea -
Me miraré la página que has dejado... A ver si es verdad que se acaba el problema del calcetín perdido.
Gracias de nuevo.
Gea.
Pedro -
Anónimo -
Pero quiero, aunque sea con un imperdonable retraso, daros las gracias a todos los que me habéis respondido.
Disculpas por tan dilatada demora.
Gea.
Sakkarah -
Un beso.
Margot -
Como siempre, un placer leerte.
Un abrazo, Gea.
jazmin -
En fin sólo era otra anotación. Ya es lo que faltaba!!jajajajaja
Otro abrazo.
jazmin -
Me he reído mucho porque me he visto a mi misma jajajajaja.
Un abrazo.
Mela -
Gea, te vas a hacer de oro. ;))
Beso.
Furgo -
Una mañana fui a ponérmelos y con horror vi que faltaba uno del par.
Estuve desconcertado unos instantes y finalmente, en un alarde de inteligencia, decidí que me pondría sólo ese y ya está.
Pero mis dudas y mi espanto aumentaron cuando pensé: ¡¿Pero este calcetín es el izquierdo o el derecho.?!
Bufff, qué mal rato.
Mi siquiatra me recomendó que me librara urgentemente de él.
(Pero, ¿de quién, del calcetín o del siquiatra?.)
Mi vida es un martirio.
Saludazos cordiales.
ESPARTACO -
Gea -
¡Qué cosas!
Gracias por tu visita. Espero poder devolvértela pronto en tu espacio (venga, anímate).
Un abrazo.
Gea.
Amora -
Me encanta como escribes, consigues que entremos en la historia, que la palpemos, que la vivamos. Que cierto es el misterio del calcetín, sobre todo los calcetines masculinos, un verdadero misterio. Me ha gustado mucho leerte.
Un abrazo y feliz noche.
Amora.