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El espacio de Gea

Mis sonetos y otros poemas

Partida

Partida

Tu adiós partió mi vida en dos mitades

y en una de ellas sigues habitando,

y sin saber por qué, cómo ni cuándo,

te haces el dueño de mis soledades.

 

Me aplicas la mayor de las crueldades

mostrando que ahí estás, pero no estando,

mientras mi otra mitad, agonizando,

arde en la hoguera de tus vanidades.

 

Duelo sin fin, mitades frente a frente...

tan sólo tú arbitrando la jugada

con riguroso afán, indiferente.

 

Y sé que vivo así, diseccionada;

en una parte tú, siempre presente,

y en la otra, sin ti, no existe nada.

 

Gea. 

Asfixia

Asfixia

Me ahoga el aire al respirar tu ausencia,

que llena a borbotones el vacío

que quedó tras de ti, tan mudo y frío,

y me asfixian la duda y la impotencia.

 

Me oprime el aire, sí, sin tu presencia,

y en busca de tu sombra desvarío

y mantengo el absurdo desafío

de no querer rendirme a la evidencia.

 

No estás aquí aunque lo ocupas todo

y me inundas de angustia y de tormento;

todo lo invades, lo acaparas todo.

 

Y presa de este ahogo, cruel y lento,  

voy buscando un resquicio, algún recodo,

donde aún pudiera respirar tu aliento.

 

Gea.

Sensorial

Sensorial Te miro, con los ojos de quien ve algo soñado.

Te escucho, con la misma atención con que te miro.

Te hablo, con la voz que se quiebra en un suspiro.

Te aspiro, con un beso profundo y prolongado.

 

Te abrazo, con el ansia del cerco deseado.

Te siento, con la misma avidez de lo prohibido.

Te entiendo, con la ayuda de mi sexto sentido.

Te adoro, con el rito ancestral de un iniciado.

 

Y pongo mi alma entera y cada poro de piel

en descifrar tus sueños y anhelos codiciados,

en mi consciente entrega y en mi abandono fiel.

 

Es control racional junto a afectos desbordados,

es dominar las riendas del más brioso corcel;

son, ya lo ves, mis cinco sentidos desatados.

 

Gea.

Finitud

Finitud

Dormir, no despertar al día
y seguir en el letargo gris y frío.
Quietud, silencio.
Sombra.
La noche eterna no alumbra amaneceres
plagados de rutina
y de desesperanzas.
Allí, del otro lado del espejo,
el tiempo enmudecido se aposenta
tras el azogue impenetrable del olvido.
Se borra así el dolor,
la asfixia, los secretos...
cualquier vestigio de memoria ingrata.

Gea.

Quizá... tal vez

Quizá... tal vez

Quizá un día recuerdes lo que esta noche ignoras

y precises mostrarme lo que hoy no quieres ver;

quizá hasta necesites decirme que me añoras,

cuando ya esas palabras sobran a una mujer.

 

Quizá en noches eternas se pararán tus horas

y vivas la nostalgia del que fue nuestro ayer;

quizá hasta arrepentido furtivamente lloras

y, aun habiendo ganado, sabrás lo que es perder.

 

Y cuando en otros brazos te sientas asfixiado,

o en besos de otros labios conozcas la acidez,

quizá tú me preguntes si yo aún no te he olvidado.

 

Y entonces, fríamente, y con fingida altivez,

diré que eres ya sólo una sombra del pasado.

Quizá sepa mentirte... tal vez... sólo tal vez.

 

Gea. 

Nada

Nada

Renuncio a ti, irremediablemente,

e irremediablemente voy contigo

por la senda tortuosa del castigo

de tener que acallar mi subconsciente.

 

Huyes de mí, inexorablemente,

e inexorablemente yo te sigo

como sombra tenaz, mudo testigo,

de quien sabe perder calladamente.

 

Sin ser oída y sin oír... cansada,

avanzo en el silencio de tu olvido,

sin ser vista y sin ver... desmoronada.

 

Con mi ánimo doliente y dolorido,

con mi ansia ignorante e ignorada,

con el vano sentir del sinsentido.

 

Gea.

DicotomĂ­a

Dicotomía

Me invade la nostalgia... ¿O es tristeza?

¡Qué importa si no sé diferenciar!

Si tanto una como otra son certeza 

de mi renuncia a quererte olvidar.

 

Y agitas aún mi alma... ¿O mi cabeza?

¡Qué importa si ambas quieren recordar!

Si aceptan el dolor con entereza

y, fuerte como soy, rompo a llorar. 

 

Y me asusta esta extraña dependencia,

furtiva, agazapándose en mi mente,

que nace de mi propia inexperiencia.

 

Y pugnan la razón y el subconsciente.

Y quiero estar ausente en tu presencia.

Y en tu ausencia te tengo muy presente.

 

Gea.

No hables

No hables

No digas más, ya sé que te han dejado,

y sientes el desgarro y la agonía

de añorar su presencia noche y día,

que ya otros brazos te han arrebatado.

 

No digas más, lo sé, te han olvidado,

como olvidaste tú la pena mía,

y hoy te consumes de melancolía

sufriendo aquello mismo que has causado.

 

No te diré que eso era algo esperable;

los ojos lloran todos a deshora

y más pronto o más tarde hay un culpable.

 

No te diré que mi alma aún te adora,

que el muro del olvido es insalvable...

y es inútil amar a quien te ignora.

 

Gea.